Gestión

Liderar, pero sin mandar

Estrategia digital 6 min. de lectura

Después de dos años como Lead, me senté a reflexionar sobre los alcances del rol y cómo se puede hacer aún mejor.

Puño levantado junto a una estrella que se refleja en la idea de liderar a un equipo.

Desde que entré a estudiar periodismo, el concepto de liderazgo empezó a ser muy familiar. Probablemente por eso tuve varios ramos sobre el tema y es, de cierta manera, un sello de mi alma mater. Fue en esa época cuando entendí que el ejercicio de liderar tiene varias caras, o varias formas, y que no necesariamente deriva de la autoridad. 

Tras entender de qué trata el liderazgo y todo lo que implica, me di cuenta que esa imagen de ser la persona a cargo, la jefa o quien encabeza grupos no es, precisamente, lo que más me acomoda. Para nada. Y por lo mismo, no es algo a lo que aspiro. 

Sin embargo, existen elementos que podríamos definir como inherentes a las personas, como el sentido de lo colectivo, el ayudar a los demás, etc; que sí son relevantes y que facilitan la labor de liderar.

Movilizar bajo un objetivo en común

Para muchos, liderar es equivalente a mandar. Para otros, el liderazgo es tener la capacidad de movilizar, motivar y propiciar cambios o acciones dentro de un grupo. Y ese don de movilizar, congregar o de incluso desafiar al resto, no necesita de títulos ni estructuras jerárquicas. Solo requiere de buscar un objetivo en común.

Hace algunas semanas me decidí a aprender un poco más sobre Project Management, básicamente porque me parece que es una competencia que nunca está demás, menos si estamos en un rol de liderazgo. Al principio, me imaginé que todo iba a ser sobre Gantts, presupuestos y metodologías de seguimiento. Pero no, hay toda una capa humana detrás que no podemos olvidar porque es clave para trabajar en equipo, más allá de los roles de cada persona que lo integra.

Por eso es vital lograr mantener una conexión humana, entre personas, a pesar de que nos encontremos a la distancia, en estos nuevos contextos híbridos o remotos. Saber cómo están los otros, qué les aqueja o si simplemente tienen ganas de hacer algo diferente, pueden marcar la diferencia profundamente en cómo se forjan y se desarrollan las relaciones laborales.

Para lograr el éxito no es necesario que el Lead sea amigo o amiga de todos los que trabajan en su equipo, pero sí que sea capaz de transmitir que el trabajo de cada persona es vital para el desarrollo de los proyectos. El aporte de cada uno es clave para alcanzar ese objetivo en común.

Ponerse la camiseta, sin fanatismos

Lograr motivar a la gente sin caer en fanatismos es difícil, más cuando se trabaja en equipos diversos. No todos responden de igual manera a los mismos estímulos, ni todos tienen los mismos objetivos personales o profesionales. 

A veces resulta mucho más fácil especificar qué se necesita de cada uno de los integrantes que trabajar con discursos generalistas. Establecer las expectativas de lo que se tiene que hacer y los resultados que se esperan es mucho mejor que suponer que todos “den su 150%” sin tener claridad de lo que el proyecto necesita de ellos. 

Es importante hacer la distinción entre comprometerse con un proyecto y caer en el fanatismo excesivo. A todos nos ha pasado, damos “el 200% de nosotros” (que es una medida muy personal, porque mi 100 o 200 no es el mismo de los demás) en algún proyecto o trabajo y la retribución no es equitativa. Lo mismo pasa con la obsesión o la adicción al trabajo o proyecto en el que estamos. Nos entregamos por entero y a veces no nos dan ni una pizca de feedback. Obvio, es parte de lo que nos toca hacer, pero somos personas y siempre es bienvenida una retroalimentación o refuerzo positivo.

También está el peligro del micromanagement (o el estilo de gestión donde se observa, controla y/o recuerda de cerca el trabajo de sus subordinados o empleados), una práctica bastante arraigada cuando no existe la confianza suficiente en las capacidades de quienes trabajan con nosotros. Ante eso, y en mi caso, prefiero la honestidad. Hacer el 1 a 1, preguntar cómo evalúan las cosas y ver cómo eso contrasta con los diagnósticos personales. En base a eso se pueden hacer sugerencias y compromisos para mejorar y asegurar aprendizajes para cada uno.

Escuchar, escuchar y escuchar

Escuchar es clave, y lo voy a decir hasta el cansancio. Pero no sólo significa oír lo que los otros dicen, también es pensar en qué dicen y cómo lo dicen. 

Tener la capacidad de escuchar, con empatía, debe ser una de las características más importantes para liderar un equipo. Y lo planteo así, porque en esta amplia gama de liderazgos posibles, claramente hay casos en los que los líderes obtienen rendimientos en base a presión y no en base a un trabajo “más humano” o bien planificado.

Ser capaces de leer entre líneas también es importante. Muchas veces los temores o reparos que puedan tener nuestros compañeros de equipo no se verbalizan, o no se hacen evidentes. Al final es en los pequeños detalles donde nos damos cuenta cómo están avanzando nuestros equipos.

Aprendizaje constante

Cuando empecé a recorrer el camino de Lead, una de las cosas que más me llamó la atención fue el sentido de mentoring que tiene el rol. Porque liderar no es solo encabezar u organizar los esfuerzos de un equipo, también implica que aprendamos en conjunto. 

Pueden ser nuevas maneras de hacer las cosas, puede ser incluso el compartir puntos de vista. Lo importante es que como líderes nunca nos cerremos a las ideas que nos puedan presentar, ni tampoco pretendamos ser unos gurúes que pregonan una verdad absoluta. Debemos ser generosos con nuestro conocimiento, pero entendiendo que al menos en este mundo de la UX los absolutos no existen. Por eso creo que es importante tener la mente abierta y una actitud receptiva frente a nuestros equipos, para ver cómo esas energías creativas se pueden encauzar hacia entregables de calidad.

Acerca del Autor

Francisca Jorquera - Content Manager

Comunicarnos es un ejercicio sencillo y a la vez tan complejo, que muchas veces nos cuesta expresar con claridad las cosas que queremos decir. Por eso la comunicación, cuando es efectiva, es un activo de altísimo valor; permitiendo que tanto marcas como usuarios puedan relacionarse con fluidez.

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